Thursday, October 20, 2011

¿Qué Tan Aburrida Es La Misa? (Part 3)



¿Qué Tan Aburrida Es La Misa? (Parte 3)
How Boring is the Mass? (Part 3)



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En el capítulo anterior de esta serie, aprendimos que la palabra Hebrea “Sabbath” o “Chabbat” significa “día de descanso”; pero con el tiempo, se convirtió en sinónimo de ‘séptimo’ (o un lapso de siete periodos, como una semana) para los Israelitas, como podemos ver en (Levíticos 25:8) Contarás siete semanas (sabbaths) de años, siete veces siete años (49 años); de modo que el tiempo de las siete semanas (sabbaths) de años vendrá a sumar cuarenta y nueve años. (9) Entonces en el mes séptimo, el diez del mes, harás resonar clamor de trompetas; en el día de la Expiación haréis resonar el cuerno por toda vuestra tierra.

(10 Declararéis santo el año cincuenta, y proclamaréis en la tierra liberación para todos sus habitantes. Será para vosotros un jubileo; cada uno recobrará su propiedad, y cada cual regresará a su familia. (11) Este año cincuenta será para vosotros un jubileo: no sembraréis, ni segaréis los rebrotes, ni vendimiaréis la viña que ha quedado sin podar, (12) porque es el jubileo, que será sagrado para vosotros. Comeréis lo que el campo dé de sí.



Esto es un caso similar a lo que pasó con la palabra “pentecostés” o “pentecostal”, que han llegado ser sinónimo con, ‘espiritual’ o ‘del espíritu’; a como uds. Saben el día de Pentecostés (50 días después de la Resurrección del Señor) el Espíritu Santo descendió del cielo y derramó su gracia sobre la Iglesia; por eso ahora cuando alguien dice que una iglesia es ‘pentecostal’, entendemos que quieren decir que se dedican al movimiento carismático, porque? Porqué el Espíritu ungió a la Iglesia en el día de Pentecostés (el 50avo dia despues de la Resurección). (Hechos 2:1)

La Procesión de Entrada

El Éxodo

(Éxodo 12:31) Llamó Faraón a Moisés y a Aarón, durante la noche, y les dijo: Levantaos y salid de en medio de mi pueblo, vosotros y los israelitas, id a dar culto a Yavé, como habéis dicho. (32) Tomad también vuestros


rebaños y vuestras vacadas, como dijisteis. Marchaos y bendecidme también a mí. Los egipcios por su parte instaban al pueblo para acelerar su salida del país, pues decían. Vamos a morir todos.

(34) Tomó, pues, el pueblo la masa, antes que fermentara y, envolviendo en los mantos las artesas de la harina, se las cargaron a hombros. (35) Los israelitas hicieron lo que les dijo Moisés y pidieron a los egipcios objetos de plata, objetos de oro y vestidos. (36) Yavé hizo que el pueblo se ganara el favor de los egipcios, los cuales se los prestaron. Así despojaron a los egipcios.

(37) Los israelitas partieron de Ramsés hacia Sukkot, unos 600.000 hombres de a pie, sin contar los niños. (38) Salió también con ellos una muchedumbre abigarrada y grandes rebaños de ovejas y vacas. (39) De la masa que habían sacado de Egipto cocieron tortas ázimas, porque no había fermentado todavía; pues al ser echados de Egipto no pudieron tomar víveres ni provisiones para el camino.


La Misa comienza con la “Procesión de Entrada”, esta procesión representa la entrada de Cristo a la iglesia en la persona del sacerdote; a como recuerdan, el Señor nos dijo: “cuando dos o tres o más se reúnan en mi Nombre, ahí estaré yo entre uds. (Mateo 18:20)

Nos ponemos de pie y toda la congregación canta un himno apropiado para la ocasión, esta es tu oportunidad de participar en la Misa y hacer de ella un evento alegre. Por favor canten todos con alegría y en voz alta, no seas un “aguafiestas” y un aburrido. La Procesión de Entrada representa además, nuestro peregrinar por esta vida hacia el cielo, nuestro éxodo del pecado hacia la gracia de Dios, y la marcha de entrada del Señor Jesús en Jerusalén antes de su crucifixión.

Al frente de la Procesión va uno de los ayudantes del altar llevando el crucifijo (en misas solemnes, habrá un incensario delante de todos), después vienen las personas que llevan las candelas, seguidos por el que lleva el Leccionario (libro de los Evangelios) y por último el sacerdote.

Cuando llegan frente al altar, todos los participantes de la procesión se doblan en señal de respeto y saludo frente al Tabernáculo o Sagrario; las candelas se ponen cerca del altar o sobre el altar y el crucifijo también es colocado cerca a la derecha del altar, el Leccionario se deposita sobre un pódium o mesa alta (ambón, púlpito o atril), y el sacerdote se sienta a esperar que termine el canto o himno de entrada.

En El Nombre de Dios

(Saludos) En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. (Amen)

Que significa un nombre?

En tiempos antiguos, el nombre de una persona (o cosa) representaba su personalidad (carácter), su ocupación y quien era (de qué familia procedía). La persona era su nombre, su identidad, en otras palabras, representaba la esencia de la persona, su historial y reputación. Por eso cuando hablamos acerca del buen nombre de alguien, nos referimos a su buena reputación.

¿Era este concepto exclusivo de alguna región del mundo? No. Podemos ver algunos ejemplos, como el nombre de “Caballo Loco”, quien fue un famoso guerrero indio Americano, muy hábil como jinete y domador de caballos, aparentemente de personalidad gritona, pero mortal en el combate.

Managua, el nombre de la capital de Nicaragua, “Mana-ahuac” en el lenguaje indígena de “Nahuatl” , significa ‘rodeado de agua’ o ‘cerca del agua’.

Cuando Moisés le preguntó a Dios por su nombre, no estaba solamente preguntándole, “ como debo llamarlo?”, sino, “¿quien eres?” “¿como eres?”, “¿que es lo que tu haces?” (Exodo 3:11) Dijo Moisés a Dios: ¿Quién soy yo para ir a Faraón y sacar de Egipto a los israelitas? (12) Respondió: Yo estaré contigo y esta será para ti la señal de que yo te envío: Cuando hayas sacado al pueblo de Egipto daréis culto a Dios en este monte .

(13) Contestó Moisés a Dios: Si voy a los israelitas y les digo: "El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros"; cuando me pregunten: "¿Cuál es su nombre?", ¿qué les responderé?
(14) Dijo Dios a Moisés: “Yo soy el que soy”. Y añadió: Así dirás a los israelitas: "Yo soy" me ha enviado a vosotros.

(15 )Siguió Dios diciendo a Moisés: Así dirás a los israelitas: Yavé, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre, por él seré invocado de generación en generación.


Cuando alguien profana el nombre de Dios, esa persona no está simplemente violentando una palabra, sino dañando la reputación del Señor; esa persona ha cometido un pecado de terrible consecuencia; por otro lado, cuando ‘santificamos’ el nombre de Dios o cuando decimos: “santificado sea tu Nombre”, estamos refiriéndonos a incrementar el respeto hacia la persona de Dios; reconocemos su asombrosa naturaleza, su poder y su gloria.

El Nombre de Jesús

(Mateo1:1) Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: (2) Abraham engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos,… y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo.

(Mat.1:23) Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: Dios con nosotros.

(Lucas 1:30) El ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; (31) vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. (32) El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; (33) reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.

Del Hebreo Yehoshu’a (Joshua) o Josué, se traduce al Griego como Jesús, y cuyo significado es “Yahweh es la Salvación”; aquí se define la naturaleza de Jesús, quien es “Dios con nosotros”, cuyo trabajo es la salvación del mundo (el Salvador, el Mesías), y quien se comporta con la mansedumbre de un Cordero, aun cuando tiene el poder para desintegrar a sus enemigos, y que es a la vez el Rey de la creación.

De manera que cuando el sacerdote y la congregación dicen “En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.” Estamos diciendo que hemos venido a la presencia de Dios. A como nos dice el Padre DeGrandis (Sanación En La Misa) “Estamos ligados a la naturaleza de Dios, nos identificamos con Él, y poseemos o ejecutamos su poder. Tenemos la autoridad en su Nombre, de la misma forma que ejerceríamos la autoridad del presidente o del rey, si fuésemos uno de sus representantes oficiales.”

Como Cristianos Católicos estamos bajo la autoridad y el nombre del Rey de Reyes, y hacemos la señal de la cruz como símbolo de nuestra descendencia real. Jesús murió como sustituto nuestro, dándonos de esa manera el derecho a usar la autoridad de su nombre.

(Marcos 16:17) Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, y hablarán en lenguas nuevas.

(Mateo 28:19) Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

(Lucas 24:47) y se predicará en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén.

(Juan 1:12) Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre.

Como cristianos estamos armados con el Nombre de Jesús contra todo poder maligno, jamás debemos de vacilar en hacer el bien, en nombre de nuestro Rey. El nombre de Jesús tiene poder, a como nos lo dice San Pablo (Filipenses 2:9) Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, (10) para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, (11) y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor». Es indudable que el poder que existe en el Nombre de Jesús, es puro amor.

(Mateo 10:1) Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia.

(Lucas 9:2) Y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar.

Los sacerdote como sucesores de los apóstoles, tienen el poder y la autoridad para curar enfermedades y dolencias, ya sean físicas o espirituales, si nosotros tenemos fe en el nombre de Jesús, y con humildad respetamos la autoridad de los ministros de Dios, y voluntariamente obedecemos los mandamientos, seremos sanados de muchas dolencias y enfermedades.

La fe no necesariamente emana de nuestro interior, es más bien una respuesta a la presencia de Dios; es algo similar a nuestra respuesta al ofrecimiento de amistad que nos hace un desconocido; tenemos la capacidad de aceptar esa amistad y cultivarla o podemos desecharla completamente.

Espero que de ahora en adelante la Procesión de Entrada y la frase “En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.” Tendrán un nuevo significado para Ud. Y así, poquito a poco iremos profundizándonos mas en el hermoso misterio y la grandeza de la Misa; manténgase en sintonía.

Continuará…

Que Dios Padre, el Hijo y el Espíritu santo los bendiga, y que los santos Ángeles los protejan durante el día y cuando duermen, Amen!

Que la Santa Virgen María, los Santos del Cielo y los Ángeles rueguen a Dios por nosotros, Amen!

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Pase a dar su comentario (opinión)






"English Section"

Listen to Fr. Barron's commentary for Sunday 11/20/11

In the previous chapter of this series we have learned, that the Hebrew word ‘Sabbath’ or Chabbat which means ‘day of rest’, with time, it became for the Israelites a synonymous with ‘seventh day’(seven periods of time,or a week), as we can see in (Leviticus 25:8) “‘Count off seven sabbath (week) years—seven times seven years—so that the seven sabbath (week) years amount to a period of forty-nine years. (9) Then have the trumpet sounded everywhere on the tenth day of the seventh month; on the Day of Atonement sound the trumpet throughout your land.

(10) Consecrate the fiftieth year and proclaim liberty throughout the land to all its inhabitants. It shall be a jubilee for you; each of you is to return to your family property and to your own clan. (11) The fiftieth year shall be a jubilee for you; do not sow and do not reap what grows of itself or harvest the untended vines. (12) For it is a jubilee and is to be holy for you; eat only what is taken directly from the fields.


This is something similar to what happend to the words ‘Pentecost’ or ‘Pentecostal’, which have become synonymous with ‘spiritual’ or ‘of the spirit’; as you know, on the day of Pentecost (50 days after the Lords Resurrection) the Holy Spirit came down from heaven and poured out his grace on the Church; but now, when someone says, that a church is ‘Pentecostal’, we understand that they mean charismatic, why? Because the day of Pentecost, represents the descend of the Holy Spirit upon the Church. (Acts 2:1)

The Entrance Procession

The Exodus

(Exodus 12:31) During the night Pharaoh summoned Moses and Aaron and said, “Up! Leave my people, you and the Israelites! Go, worship the LORD as you have requested. (32) Take your flocks and herds, as you have said, and go. And also bless me.”
(33) The Egyptians urged the people to hurry and leave the country. “For otherwise,” they said, “we will all die!”

(34) So the people took their dough before the yeast was added, and carried it on their shoulders in kneading troughs wrapped in clothing. (35) The Israelites did as Moses instructed and asked the Egyptians for articles of silver and gold and for clothing. (37) The LORD had made the Egyptians favorably disposed toward the people, and they gave them what they asked for; so they plundered the Egyptians.

(37) The Israelites journeyed from Rameses to Sukkoth. There were about six hundred thousand men on foot, besides women and children. (38) Many other people went up with them, and also large droves of livestock, both flocks and herds. (39) With the dough the Israelites had brought from Egypt, they baked loaves of unleavened bread. The dough was without yeast because they had been driven out of Egypt and did not have time to prepare food for themselves.


The first thing that happens in the Mass, is the ‘entrance procession’; this procession represents Christ entering the church, in the person of the priest; as you recall, the Lord told us, ‘when two or three are gather together in my Name, I’ll be there among you’.(Matt. 18:20)

We stand up and the whole congregation sings a hymn appropriate for the occasion, this is your opportunity to participate in the Mass and make it a cheerful event. Please sing loud and sing with joy, don’t be a sad sack, that’s boring. The entrance procession also represents our pilgrimage toward heaven, the exodus from sin into grace, and the marching entrance of our Lord and Savior into Jerusalem before his crucifixion.

The procession is presided by an altar helper carrying the crucifix (in some solemn occasions, a censer, may lead the way), then followed by the candles, the person carrying the book of the Gospels (could be a deacon) and finally the priest.

Upon reaching the altar, all the participants in the ‘entrance procession’ bow before the tabernacle, and the crucifix and candles are placed near or on the altar, the Lectionary (Book of the Gospels) is placed on a podium or Ambo; the priest kisses the altar in sign of reverence and proceeds to sit down, until the introductory hymn is completed.

In The Name Of God

(Greeting) In the Name of the Father, and the Son, and the Holy Spirit.(Amen)

What’s in a name?

In ancient times, the name of a person represented the character, the occupation and who (from what family) the person was. The person was his name, his identity, in other words it represented the essence of the person his history and reputation. That’s why when we talk about a person’s “good name”, we are referring to his good reputation.

Was this concept exclusive of any area in the world? No. We could see some examples with the names of “Crazy Horse”, this famous American Indian warrior was a skilful horse rider and horse trainer, apparently of a noisy nature, but, deadly in battle.

Managua, the name of the Nicaraguan capital, means in the indigenous “Nahuatl” language of the region ‘Mana-ahuac”, surrounded by water or adjacent to water.

When Moses asked God for his name, he was not merely asking: ‘what should I call you?’, but, ‘who are you?’; ‘what are you like?’, ‘what have you done?’ (Exodus 3:11) But Moses said to God, “Who am I that I should go to Pharaoh and bring the Israelites out of Egypt?”

(12)And God said, “I will be with you. And this will be the sign to you that it is I who have sent you: When you have brought the people out of Egypt, you will worship God on this mountain.” (13)Moses said to God, “Suppose I go to the Israelites and say to them, ‘The God of your fathers has sent me to you,’ and they ask me, ‘What is his name?’ Then what shall I tell them?”

(14) God said to Moses, “I AM WHO I AM. This is what you are to say to the Israelites: ‘I AM has sent me to you.’” (15) God also said to Moses, “Say to the Israelites, ‘The LORD, the God of your fathers—the God of Abraham, the God of Isaac and the God of Jacob—has sent me to you.’ “This is my name forever, the name you all call me from generation to generation.


When someone profanes the name of God, he is not doing harm to a word, that person is doing harm to a reputation; he/she has committed a sin of incredible proportions; likewise, when we ‘sanctify’ the Name of God, or when we say ‘hollowed be thy name”, we are talking about increasing the respect for the person of God; we acknowledge his awesome nature, his power and his glory.

The Name of Jesus

(Matt 1:1) A record of the genealogy of Jesus Christ the son of David, the son of Abraham: and Jacob the father of Joseph, the husband of Mary, of whom was born Jesus, who is called Christ.

(Matt. 1:23) "The virgin will be with child and will give birth to a son, and they will call him Immanuel"--which means, "God with us."

(Luke 1:31) You will be with child and give birth to a son, and you are to give him the name Jesus. (32) He will be great and will be called the Son of the Most High. The Lord God will give him the throne of his father David, (33) and he will reign over Jacob’s descendants forever; his kingdom will never end.”

From the Hebrew Yehoshu’a (Joshua) we translate it as Jesus in Greek, which means, ‘Yahweh is salvation’; this defines the nature of Jesus, who is “God among us”, whose job is to save the world (the Messiah), and who behaves as a gentle Lamb, even though, He has the power to obliterate his enemies and is the King of the whole creation.

So when the priest and the congregation say: “In the Name of the Father, and the Son, and the Holy Spirit.” We are saying that we have come into the presence of God. As fr. DeGrandis tells us (Healing Trough The Mass): We are linked to His nature, identified with Him, exercising His power. We have the authority of His Name, in much the same way that we might have the authority of the president, or the king.

As Catholic Christians we come under the name and authority of the King of Kings, making the sign of the cross as our royal birthmark. Jesus died as our substitute and gave us the right to use the Name given to Him.

(Mark 16:17) And these signs will accompany those who believe: In my name they will drive out demons; they will speak in new tongues.

(Matt 28:19) Therefore go and make disciples of all nations, baptizing them in the Name of the Father and of the Son and of the Holy Spirit.

(Luke 24:47) and repentance and forgiveness of sins will be preached in his name to all nations, beginning at Jerusalem.

(John 1:12) Yet to all who received him, to those who believed in his name, he gave the right to become children of God. As Christians, we are armed in the Name of Jesus against the powers of evil, we should never hesitate to perform good deeds in the Name of our King.

There is power in the Name of Jesus as, St. Paul tells us in (Philippians 2:9) Therefore God exalted him to the highest place and gave him the name that is above every name, (10) that at the name of Jesus every knee should bow, in heaven and on earth and under the earth, (11) and every tongue acknowledge that Jesus Christ is Lord, to the glory of God the Father. The power of the Name of Jesus is pure Love.

(Matt. 10:1) He called his twelve disciples to him and gave them authority to drive out evil spirits and to heal every disease and sickness.

(Luke 9:2) and he sent them out to preach the kingdom of God and to heal the sick.

The priests, as successors to the apostles, have the power to heal our infirmities, whether physical or spiritual; if we, have faith in the power of the Name of Jesus, in humility respect the authority of the ministers of God, and willingly obey the Commandments of God.

Faith does not necessarily come from us, it is our response to the Presence of God; it is similar to our response to the friendship been offer to us from someone else, we either accept it and cultivate it, or we just altogether ignore it.

I hope that from now on, the “entrance procession” and the phrase: “In the Name of the Father, and of the Son, and of the Holy Spirit”, will have a new meaning for you; little by little we’ll continue to discover a little bit of the greatness of the Catholic Mass, stay tuned.

May God the Father, the Son and the Holy Spirit bless you, and his holy angels protect you and guard you during the day and while you're asleep, Amen!

May the holy Virgin Mary, all the Saints in heaven and the holy angels, pray for us to the Father, the Son and the Holy Spirit, Amen!

Will continue….

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Lecturas del Domingo 11/20/11 Domingo 34 de Tiempo Ordinario


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Primera lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel (34,11-12.15-17):

Así dice el Señor Dios: «Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro. Como sigue el pastor el rastro de su rebaño, cuando las ovejas se le dispersan, así seguiré yo el rastro de mis ovejas y las libraré, sacándolas de todos los lugares por donde se desperdigaron un día de oscuridad y nubarrones. Yo mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré sestear –oráculo del Señor Dios–. Buscaré las ovejas perdidas, recogeré a las descarriadas; vendaré a las heridas; curaré a las enfermas: a las gordas y fuertes las guardaré y las apacentaré como es debido. Y a vosotras, mis ovejas, así dice el Señor: Voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrio.»

Palabra de Dios
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Salmo

Sal 22,1-2a.2b-3.5.6

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar. R/.

Me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre. R/.

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.

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Segunda lectura

Lectura de la primera carta de san Pablo a los Corintios (15,20-26.28):

Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza. Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. Y, cuando todo esté sometido, entonces también el Hijo se someterá a Dios, al que se lo había sometido todo. Y así Dios lo será todo para todos.

Palabra de Dios.
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Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,31-46)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas, de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: "Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme." Entonces los justos le contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?" Y el rey les dirá: "Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis."

Y entonces dirá a los de su izquierda: "Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis. Entonces también éstos contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistirnos?" Y él replicará: "Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo." Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.»

Palabra del Señor

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Comentario del Domingo 11/20/11


Comentario del Hermano Jose María Vegas, cmf
(propiedad de www.Ciudad Redonda.org)

Jesucristo, Rey del Universo
El juicio final
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En fuerte contraste con otras parábolas suyas, que se distinguen por su extrema sencillez, aquí Jesús realiza un alarde de imaginación y nos dibuja un cuadro magnífico y solemne. La misma idea del juicio final evoca sentimientos tremendistas, nos hace imaginar escenarios terribles. Basta pensar en la fuerza y el dramatismo expresados en el célebre juicio final de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina. Por eso hay quienes creen que el Juicio final está pensado para asustar al ser humano con ese género de representaciones que contrastan mucho con sus (nuestras) preocupaciones cotidianas, mucho más modestas. Estas preocupaciones habituales e inevitables las resumía muy bien el filósofo Epicuro en lo que él llamaba “el grito de la carne”: “no tener hambre, no tener sed, no pasar frío”, o, si se quiere, en un lenguaje más actual, “un bienestar razonable”.

¿Se corresponde realmente el juicio de Dios con esas ideas tremendas, terribles y alejadas de la cotidianidad pedestre de nuestra vida?

En realidad, el juicio de Dios es “final” no sobre todo porque esté al final cronológico de la historia (sea ésta la historia universal, sea la pequeña historia que es la biografía de cada uno), sino porque trata de las dimensiones últimas, definitivas, pero realmente presentes, si bien no siempre de modo totalmente consciente, en la vida de cada día.

Hay que empezar diciendo que el juicio de Dios es, como todo juicio, un discernimiento y, por tanto, un proceso. En él, en la “fase de instrucción” o recogida de rastros y pruebas, Dios ha salido en busca del hombre, de modo parecido a cómo un pastor va en busca de su rebaño disperso, como de forma tan expresiva y bella describe el profeta Ezequiel en el texto de la primera lectura. Va Dios a la busca del que se ha perdido, de los “perdidos”. Esa pérdida (de sí) era ya toda una sentencia: el hombre se condena a sí mismo a muerte cuando se aleja de la fuente de la vida, de Aquel que se la ha regalado. Y si esa es la sentencia que el hombre dicta contra sí mismo (la que los seres humanos dictan además unos contra otros, de manera directa o indirecta, mediante la violencia y el odio, o mediante la indiferencia y el olvido egoísta), Dios ya ha juzgado de manera definitiva (un verdadero juicio final) sin apelación posible: su sentencia ha sido la misericordia y el perdón.

Pero, como la otra sentencia, la de muerte, ya se ha hecho presente por el juicio (o la falta de él) del ser humano (Adán), Dios ha asumido esa sentencia sobre sí, y la ha padecido en Jesucristo. Y así, venciendo la muerte desde dentro, ha abierto a todos las puertas del perdón y de la vida, de la resurrección. Ese juicio de Dios es lo que con tanta concisión y fuerza nos transmite hoy la primera carta de Pablo a los Corintios.

Pero si todo esto es así, ¿a qué viene –podríamos preguntar– esa parábola grandiosa del juicio final? Más allá de la grandiosidad del escenario (requerido, sin embargo, por la seriedad de lo representado en él), reparemos en su contenido, en lo que Jesús nos quiere decir. Lo primero que nos dice es que ese juicio final también es un proceso que está sucediendo todos los días (también en fase de instrucción): no es algo que está en un lejano y brumoso futuro escatológico, sino precisamente en esa cotidianidad a la que nos referíamos al principio. En segundo lugar, se nos dice que, si el Juicio de Dios es el perdón y la misericordia, y esa sentencia ya ha sido dictada de una vez y para siempre en la muerte y resurrección de Jesucristo, ahora somos nosotros los que nos juzgamos a nosotros mismos: en la medida en que acogemos esa capacidad de compadecer (= padecer con) de Dios con nosotros y la proyectamos sobre los demás, precisamente sobre los que padecen (y, ¿quién no padece de un modo u otro?).

Es decir, ese “grito de la carne” del que hablaba Epicuro, ese es el contenido del juicio que está en curso cada día, y en el que nosotros nos juzgamos a nosotros mismos. Pero si ese grito brota de modo espontáneo de la carne de cada uno referido a sí, aquí se nos habla de acoger el grito de aquellos que pasan hambre y sed, o están desnudos o solos o enfermos… Escuchar y responder. Sabemos lo que es padecer esas necesidades, pues todos estamos hechos de la misma pasta, todos tenemos carne; por tanto, podemos comprender los padecimientos ajenos, y participar en ellos, antes que nada no provocándolos (evitar ser causa del hambre o la sed, o el sufrimiento de nadie) y, en segundo lugar, tratando de remediarlos en la medida de nuestras posibilidades. Nadie puede decir que esos problemas no le conciernen y no tiene que ver con ellos.

Si no tenemos que ver con los sufrimientos de nuestros semejantes, ¿con quién tenemos nosotros que ver? Al decir eso, ¿no estamos dictando sentencia contra ellos, abandonándolos en su situación de necesidad, y contra nosotros mismos, rechazando la compasión y la misericordia que Dios nos ofrece? El juicio es discernimiento, y lo que separa o discierne a los seres humanos unos de otros no es, ante todo, ni el sexo, ni la raza, la nacionalidad, el nivel económico ni el de instrucción, ni siquiera, sobre todo, la confesión religiosa, sino la capacidad de compadecer, que es la que hace presente en la cotidianidad pedestre de nuestra vida y de sus preocupaciones más elementales lo que de definitivo, “final”, no pasajero ni mortal hay en la vida humana.

La sorpresa de los juzgados para la vida o para la condenación (“¿Cuándo, Señor…?”) nos ayuda a comprender que en nuestra vida, aún sin ser del todo conscientes de ello, está continuamente presente el mismo Dios: el rostro de Cristo es el de nuestros semejantes, y de modo especial de los que pasan necesidad. Realmente, el primer y principal sacramento de Dios en la tierra, su forma más universal y directa de presencia real, es el hombre, cada ser humano concreto, especialmente en sus sufrimientos. Ese “no saber” tiene un significado muy concreto, que vale incluso para los que “saben”, para los creyentes que reconocen en los demás, sobre todo en los pobres, el rostro de Cristo.

Y es que al compadecer, ayudar, visitar, consolar… no lo hacemos “para” salvarnos; como si fuera posible “comprar” la salvación a base de buenas obras; como si éstas fueran una técnica religiosa “para ir al cielo”. Cuando respondemos con misericordia (que incluye la justicia y es su forma suprema) a las necesidades ajenas, lo hacemos “porque” la salvación ya está operando en nosotros de un modo u otro; y la prueba de ello es nuestra capacidad de salir del círculo egoísta de nuestras necesidades y abrirnos a las necesidades de los demás.

Esto es, lo hacemos por amor a ellos. Pero, ¿no es el amor la presencia de lo absoluto, definitivo y final en nuestro mundo pasajero y mudable? Sí. Ese es el juicio de Dios y ese ha de ser el contenido del Juicio final, como dijo San Juan de la Cruz: “Al atardecer de la vida nos examinarán de amor”. O, como más lacónicamente aún dice San Pablo: “el amor no pasa nunca” (1 Cor 13, 8).

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