Sunday, March 23, 2008

Domingo de Pascua


(Juan 20:11) Maria estaba llorando afuera, cerca del sepulcro. Mientras lloraba, se agacho sobre el sepulcro, y vio a dos angeles de blanco, sentados, uno a la cabecera e el otro a los pies, en donde había estado el cuerpo de Jesús.

Ellos le dijeron: “Mujer, porque lloras?” Les respondió: “ porque se han llevado a mi Señor, y no se donde lo han puesto.” Al decir esto, miro por atrás y vio a Jesús de pie, pero no lo reconoció.

Le dijo Jesús: “Mujer, por que lloras?, a quien buscas?” Ella , creyendo que seria el cuidador del huerto, le contesto: “Señor, si tu lo has sacado, dime donde lo pusiste y yo me lo llevare.”

Jesús le dijo: “Maria,” Entonces ella se dio vuelta y le dijo: “Rabboni”, que significa “maestro mió”.


(John 20:11) Mary stood outside the tomb crying. As she wept, she bent over to look into the tomb and saw two angels in white, seated where Jesus’ body had been, one at the head and the other at the foot.
They asked her, “Woman, why are you crying?”

“They have taken my Lord away,” she said, “and I don’t know where they have put him.” At this, she turned around and saw Jesus standing there, but she did not realize it was Jesus.

“Woman, He said, “why are you crying? Who is it you are looking for?” Thinking he was the gardener, she said, “Sir, if you have carried him away, tell me where you have put him, and I will get him.”

Jesus said to her, “Mary.” She turned toward Him and cried out in Arameic, “Rabboni!” (which means Teacher).



(Juan 20:20)La tarde de ese mismo día, el primero de la semana, los discípulos estaban a puertas cerradas por miedo a los judíos. Jesús se hizo presente allí, de pie en medio de ellos.
Les dijo: “La paz sea con ustedes.” Después de saludarlos así, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de gozo al ver al Señor.


El les volvió a decir: “La paz este con ustedes. Así como el Padre me envió a mi, así los envió a ustedes.” Dicho esto, soplo sobre ellos: “Reciban el Espíritu Santo: a quien ustedes perdonen quedan perdonados, y a quien no libren de sus pecados, quedan atados.”


(John 20:19) On the evening of the first day of the week, when the disciples were together, with the doors locked for fear of the Jews, Jesus came and stood among them and said, “Peace be with you!” After He said this, He showed them his hands and side. The disciples were overjoyed when they saw the Lord.

Again Jesus said, “Peace be with you! As the Father has sent me, I am sending you.” And with that He breathed on them and said, “Receive the Holy Spirit. If you forgive anyone his sins, they are forgiven; if you do not forgive them, they are not forgiven.”


Friday, March 21, 2008

El Sábado Santo ___________ (Papa Benedicto XVI)


La afirmación de la muerte de Dios resuena, cada vez con más fuerza, a lo largo de nuestra época. En primer lugar aparece en Juan Pablo II, como una simple pesadilla. Jesús muerto proclama desde el techo del mundo que en su marcha al más allá no ha encontrado nada: ningún cielo, ningún dios remunerador, sino sólo la nada infinita, el silencio de un vacío bostezante. Pero se trata simplemente de un sueño molesto, que alejamos suspirando al despertarnos, aunque la angustia sufrida sigue preocupándonos en el fondo del alma, sin deseos de retirarse. Cien años más tarde es ·Nietzsche-F quien, con seriedad mortal, anuncia con un estridente grito de espanto: «¡Dios ha muerto! ¡Sigue muerto! ¡Y nosotros lo hemos asesinados. Cincuenta años después se habla ya del asunto con una serenidad casi académica y se comienza a construir una «teología después de la muerte de Dios», que progresa y anima al hombre a ocupar el puesto abandonado por él.

SABADO-SANTO MISTERIO: El impresionante misterio del sábado santo, su abismo de silencio, ha adquirido, pues, en nuestra época un tremendo realismo. Porque esto es el sábado santo: el día del ocultamiento de Dios, el día de esa inmensa paradoja que expresamos en el credo con las palabras «descendió a los infiernos», descendió al misterio de la muerte. El viernes santo podíamos contemplar aún al traspasado; el sábado santo está vacío, la pesada piedra de la tumba oculta al muerto, todo ha terminado, la fe parece haberse revelado a última hora como un fanatismo. Ningún Dios ha salvado a este Jesús que se llamaba su hijo. Podemos estar tranquilos; los hombres sensatos, que al principio estaban un poco preocupados por lo que pudiese suceder, llevaban razón.

Sábado santo, día de la sepultura de Dios: ¿No es éste, de forma especialmente trágica, nuestro día? ¿No comienza a convertirse nuestro siglo en un gran sábado santo, en un día de la ausencia de Dios, en el que incluso a los discípulos se les produce un gélido vacío en el corazón y se disponen a volver a su casa avergonzados y angustiados, sumidos en la tristeza y la apatía por la falta de esperanza mientras marchan a Emaús, sin advertir que aquél a quien creen muerto se halla entre ellos?

Dios ha muerto y nosotros lo hemos asesinado. ¿Nos hemos dado realmente cuenta de que esta frase está tomada casi literalmente de la tradición cristiana, de que hemos rezado con frecuencia algo parecido en el vía-crucis, sin penetrar en la terrible seriedad y en la trágica realidad de lo que decíamos? Lo hemos asesinado cuando lo encerrábamos en el edificio de ideologías y costumbres anticuadas, cuando lo desterrábamos a una piedad irreal y a frases de devocionarios, convirtiéndolo en una pieza de museo arqueológico; lo hemos asesinado con la duplicidad de nuestra vida, que lo oscurece a él mismo; porque, ¿qué puede hacer más discutible en este mundo la idea de Dios que la fe y la caridad tan discutibles de sus creyentes?

La tiniebla divina de este día, de este siglo, que se convierte cada vez más en un sábado santo, habla a nuestras conciencias. Se refiere también a nosotros. Pero, a pesar de todo, tiene en sí algo consolador Porque la muerte de Dios en Jesucristo es, al mismo tiempo, expresión de su radical solidaridad con nosotros. El misterio más oscuro de la fe es, simultáneamente, la señal más brillante de una esperanza sin fronteras. Todavía más: a través del naufragio del viernes santo, a través del silencio mortal del sábado santo, pudieron comprender los discípulos quién era Jesús realmente y qué significaba verdaderamente su mensaje. Dios debió morir por ellos para poder vivir de verdad en ellos. La imagen que se habían formado de él, en la que intentaban introducirlo, debía ser destrozada para que a través de las ruinas de la casa deshecha pudiesen contemplar el cielo y verlo a él mismo, que sigue siendo la infinita grandeza. Necesitamos las tinieblas de Dios, necesitamos el silencio de Dios para experimentar de nuevo el abismo de su grandeza, el abismo de nuestra nada, que se abriría ante nosotros si él no existiese.

SILENCIO DORMIDO /Mc/04/35-41 /Mt/08/23-27 /Lc/08/22-25: Hay en el evangelio una escena que prenuncia de forma admirable el silencio del sábado santo y que, al mismo tiempo, parece como un retrato de nuestro momento histórico. Cristo duerme en un bote, que está a punto de zozobrar asaltado por la tormenta. El profeta Elías había indicado en una ocasión a los sacerdotes de Baal, que clamaban inútilmente a su dios pidiendo un fuego que consumiese los sacrificios, que probablemente su dios estaba dormido y era conveniente gritar con más fuerza para despertarle. ¿Pero no duerme Dios en realidad? La voz del profeta ¿no se refiere, en definitiva, a los creyentes del Dios de Israel que navegan con él en un bote zozobrante? Dios duerme mientras sus cosas están a punto de hundirse: ¿no es ésta la experiencia de nuestra propia vida? ¿No se asemejan la Iglesia y la fe a un pequeño bote que naufraga y que lucha inútilmente contra el viento y las olas mientras Dios está ausente? Los discípulos, desesperados, sacuden al Señor y le gritan que despierte; pero él parece asombrarse y les reprocha su escasa fe. ¿No nos ocurre a nosotros lo mismo? Cuando pase la tormenta reconoceremos qué absurda era nuestra falta de fe.



Y, sin embargo, Señor, no podemos hacer otra cosa que sacudirte a ti, el Dios silencioso y durmiente y gritarte: ¡despierta! ¿no ves que nos hundimos? Despierta, haz que las tinieblas del sábado santo no sean eternas, envía un rayo de tu luz pascual a nuestros días, ven con nosotros cuando marchamos desesperanzados hacia Emaús, que nuestro corazón arda con tu cercanía. Tú que ocultamente preparaste los caminos de Israel para hacerte al fin un hombre como nosotros, no nos abandones en la oscuridad, no dejes que tu palabra se diluya en medio de la charlatanería de nuestra época. Señor, ayúdanos, porque sin ti pereceríamos.


IMPOTENCIA: El ocultamiento de Dios en este mundo es el auténtico misterio del sábado santo, expresado en las enigmáticas palabras: Jesús «descendió a los infiernos». La experiencia de nuestra época nos ayuda a profundizar en el sábado santo, ya que el ocultamiento de Dios en su propio mundo -que debería alabarlo con millares de voces-, la impotencia de Dios, a pesar de que es el todopoderoso, constituye la experiencia y la preocupación de nuestro tiempo.

INFIERNOS/DESCENDIO: Pero, aunque el sábado santo expresa íntimamente nuestra situación, aunque comprendamos mejor al Dios del sábado santo que al de las poderosas manifestaciones en medio de tormentas y tempestades, como las narradas por el Antiguo Testamento, seguimos preguntándonos qué significa en realidad esa fórmula enigmática: Jesús «descendió a los infiernos». Seamos sinceros: nadie puede explicar verdaderamente esta frase, ni siquiera los que dicen que la palabra infierno es una falsa traducción del término hebreo sheol, que significa simplemente el reino de los muertos; según éstos, el sentido originario de la fórmula sólo expresaría que Jesús descendió a las profundidades de la muerte, que murió en realidad y participó en el abismo de nuestro destino. Pero surge la pregunta: ¿qué es la muerte en realidad y qué sucede cuando uno desciende a las profundidades de la muerte? Tengamos en cuenta que la muerte no es la misma desde que Jesús descendió a ella, la penetró y asumió; igual que la vida, el ser humano no es el mismo desde que la naturaleza humana se puso en contacto con el ser de Dios a través de Cristo. Antes, la muerte era solamente muerte, separación del mundo de los vivos y -aunque con distinta intensidad- algo parecido al «infierno», a la zona nocturna de la existencia, a la oscuridad impenetrable. Pero ahora la muerte es también vida, y cuando atravesamos la fría soledad de las puertas de la muerte encontramos a aquél que es la vida, al que quiso acompañarnos en nuestras últimas soledades y participó de nuestro abandono en la soledad mortal del huerto y de la cruz, clamando: «¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?»

MIEDO: Cuando un niño ha de ir en una noche oscura a través de un bosque, siente miedo, aunque le demuestren cien veces que no hay en él nada peligroso. No teme por nada determinado a lo que pueda referirse, sino que experimenta oscuramente el riesgo, la dificultad, el aspecto trágico de la existencia. Sólo una voz humana podría consolarle, sólo la mano de un hombre cariñoso podría alejar esa angustia que le asalta como una pesadilla. Existe un miedo -el miedo auténtico, que radica en lo más íntimo de nuestra soledad- que no puede ser superado por el entendimiento, sino exclusivamente por la presencia de un amante, porque dicho miedo no se refiere a nada concreto, sino que es la tragedia de nuestra soledad última. ¿Quién no ha experimentado alguna vez el temor de sentirse abandonado? ¿Quién no ha experimentado en algún momento el milagro consolador que supone una palabra cariñosa en dicha circunstancia? Pero cuando nos sumergimos en una soledad en la que resulta imposible escuchar una palabra de cariño estamos en contacto con el infierno. Y sabemos que no pocos hombres de nuestro mundo, aparentemente tan optimista, opinan que todo contacto humano se queda en lo superficial, que ningún hombre puede tener acceso a la intimidad del otro y que, en consecuencia, el sustrato último de nuestra existencia lo constituye la desesperación, el infierno.

SEOL/QUÉ-ES: Jean Paul Sartre lo ha expresado literariamente en uno de sus dramas, proponiendo, simultáneamente, el núcleo de su teoría sobre el hombre. Y de hecho, una cosa es cierta: existe una noche en cuyo tenebroso abandono no resuena ninguna voz consoladora; hay una puerta que debemos cruzar completamente solos: la puerta de la muerte. Todo el miedo de este mundo es, en definitiva, el miedo a esta soledad. Por eso en el Antiguo Testamento una misma palabra designaba el reino de la muerte y el infierno: sheol. Porque la muerte es la soledad absoluta. Pero aquella soledad que no puede iluminar el amor, tan profunda que el amor no tiene acceso a ella, es el infierno.

«Descendió a los infiernos»: esta confesión del sábado santo significa que Cristo cruzó la puerta de la soledad, que descendió al abismo inalcanzable e insuperable de nuestro abandono. Significa también que, en la última noche, en la que no se escucha ninguna palabra, en la que todos nosotros somos como niños que lloran, resuena una palabra que nos llama, se nos tiende una mano que nos coge y guía. La soledad insuperable del hombre ha sido superada desde que él se encuentra en ella. El infierno ha sido superado desde que el amor se introdujo en las regiones de la muerte, habitando en la tierra de nadie de la soledad. En definitiva, el hombre no vive de pan, sino que en lo más profundo de sí mismo vive de la capacidad de amar y de ser amado. Desde que el amor está presente en el ámbito de la muerte, existe la vida en medio de la muerte. «A tus fieles, Señor, no se les quita la vida, se les cambia», reza la Iglesia en la misa de difuntos.
Nadie puede decir lo que significa en el fondo la frase: «descendió a los infiernos». Pero cuando nos llegue la hora de nuestra última soledad captaremos algo del gran resplandor de este oscuro misterio. Con la certeza esperanzadora de que en aquel instante de profundo abandono no estaremos solos, podemos imaginar ya algo de lo que esto significa. Y mientras protestamos contra las tinieblas de la muerte de Dios comenzamos a agradecer esa luz que, desde las tinieblas, viene hacia nosotros.


En la oración de la Iglesia, la liturgia de los tres días santos ha sido estudiada con gran cuidado; la Iglesia quiere introducirnos con su oración en la realidad de la pasión del señor y conducirnos a través de las palabras al centro espiritual del acontecimiento.

Cuando intentamos sintetizar las oraciones litúrgicas del sábado santo nos impresiona, ante todo, la profunda paz que respiran. Cristo se ha ocultado, pero a través de estas tinieblas impenetrables se ha convertido también en nuestra salvación; ahora se realizan las escuetas palabras del salmista: «aunque bajase hasta los infiernos, allí estás tú». En esta liturgia ocurre que, cuanto más avanza, comienzan a lucir en ella, como en la alborada, las primeras luces de la mañana de pascua. Si el viernes santo nos ponía ante los ojos la imagen desfigurada del traspasado, la liturgia del sábado santo nos recuerda, más bien, a los crucifijos de la antigua Iglesia: la cruz rodeada de rayos luminosos, que es una señal tanto de la muerte como de la resurrección.

De este modo, el sábado santo puede mostrarnos un aspecto de la piedad cristiana que, al correr de los siglos, quizá haya ido perdiendo fuerza. Cuando oramos mirando al crucifijo, vemos en él la mayoría de las veces una referencia a la pasión histórica del Señor sobre el Gólgota. Pero el origen de la devoción a la cruz es distinto: los cristianos oraban vueltos hacia oriente, indicando su esperanza de que Cristo, sol verdadero, aparecería sobre la historia; es decir, expresando su fe en la vuelta del Señor. La cruz está estrechamente ligada, al principio, con esta orientación de la oración, representa la insignia que será entregada al rey cuando llegue; en el crucifijo alcanza su punto culminante la oración. Así, pues, para la cristiandad primitiva la cruz era, ante todo, signo de esperanza, no tanto vuelta al pasado cuanto proyección hacia el Señor que viene. Con la evolución posterior se hizo bastante necesario volver la mirada, cada vez con más fuerza, hacia el hecho: ante todas las volatilizaciones de lo espiritual, ante el camino extraño de la encarnación de Dios, había que defender la prodigalidad impresionante de su amor, que por el bien de unas pobres criaturas se había hecho hombre, y qué hombre. Había que defender la santa locura del amor de Dios, que no pronunció una palabra poderosa, sino que eligió el camino de la debilidad, a fin de confundir nuestros sueños de grandeza y aniquilarlos desde dentro.

FE/ESPERANZA: ¿Pero no hemos olvidado quizás demasiado la relación entre cruz y esperanza, la unidad entre la orientación de la cruz y el oriente, entre el pasado y el futuro? El espíritu de esperanza que respiran las oraciones del sábado santo deberían penetrar de nuevo todo nuestro cristianismo. El cristianismo no es una pura religión del pasado, sino también del futuro; su fe es, al mismo tiempo, esperanza, porque Cristo no es solamente el muerto y resucitado, sino también el que ha de venir.

Señor, haz que este misterio de esperanza brille en nuestros corazones, haznos conocer la luz que brota de tu cruz, haz que como cristianos marchemos hacia el futuro, al encuentro del día en que aparezcas.

Oración
Señor Jesucristo, has hecho brillar tu luz en las tinieblas de la muerte, la fuerza protectora de tu amor habita en el abismo de la más profunda soledad; en medio de tu ocultamiento podemos cantar el aleluya de los redimidos.
Concédenos la humilde sencillez de la fe que no se desconcierta cuando tú nos llamas a la hora de las tinieblas y del abandono, cuando todo parece inconsistente. En esta época en que tus cosas parecen estar librando una batalla mortal, concédenos luz suficiente para no perderte; luz suficiente para poder iluminar a los otros que también lo necesitan.
Haz que el misterio de tu alegría pascual resplandezca en nuestros días como el alba, haz que seamos realmente hombres pascuales en medio del sábado santo de la historia.
Haz que a través de los días luminosos y oscuros de nuestro tiempo nos pongamos alegremente en camino hacia tu gloria futura.
Amén.

Sunday, March 9, 2008

Notas Sobre La Cuaresma Parte 2


La ‘Semana Santa’ comienza el ‘Domingo de Ramos’ con la entrada triunfal del Señor Jesús a Jerusalén montado en un burrito, no en un gran caballo, porque eso representaría que viene en son de guerra; en cambio, montado en el humilde burro, significa que llega en son de paz.

El simbolismo anterior es importante, considerando que el pueblo de Israel estaba en espera del Mesías que los liberaría del yugo Romano, y que restauraría la gloria de Israel como nación.

La palabra Mesías significa: el liberador ungido por Dios que llevaría a Israel a la victoria, libertad y bienestar, tal a como lo hizo el Rey David en el pasado.

Al no cumplir Jesús con las esperanzas del pueblo Judío tal a como ellos creían, lo rechazaron y lo abandonaron; ellos no comprendieron que la misión de Jesús era la de cambiar al hombre en su alma, restaurarlo como hijo de Dios, recobrar la amistad con el Señor, y hacer que su vida fuera regida por la Palabra de Dios.

Holy Week starts on Palm Sunday which, commemorates the triumphal entrance of Our Lord riding on a humble donkey into Jerusalem, to signal that He is coming in peace; if He would have rode in on a horse, it would’ve meant, that He was coming in as a warrior.

And why is this important? Because we have to consider that the people of Israel were waiting for the ‘messiah’ who would liberate them, get rid of the Romans and would restore the glory days of Israel.

The word ‘messiah’ means: the anointed one, the one that would lead Israel to victory, freedom and wealth, just as King David did in the past.

When Our Lord, didn’t fulfill their expectations, they rejected and abandoned Him; they didn’t understand that the mission of the Lord was to change the man from his inside, and to make him act as a child of God, to restore the friendship with God and, to be ruled by the Word of God.

(Mateo 21:1) Estaban ya cerca de Jerusalén. Cuando llegaron a Betfage, junto al monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos, diciéndoles: “Caminen hasta el pueblecito que esta al frente y encontraran una burra atada con su burrito al lado. Desnátenla y tráiganmela. Si alguien les dice algo, contéstenle: El Señor los necesita, pero pronto los devolverá.”

Esto sucedió para que se cumpla lo dicho por un profeta: Digan a la hija de Sion: “Mira que tu rey viene a ti con toda sencillez, montado en una burra, una burra de carga, junto a su burrito.”

Los discípulos fueron, pues, siguiendo las instrucciones de Jesús, y trajeron la burra con su cría. Después le colocaron sus capas en el lomo y Jesús se sentó encima. Entonces la mayoría de la gente extendió sus capas en el camino; otros cortaban ramas de árboles y las ponían sobre el suelo. El gentío que iba delante de Jesús y el que le seguía exclamaban:

“Hosanna! Viva el hijo de David!”
“ Bendito se el que viene en el Nombre del Señor!”
“Hosanna! Gloria en lo mas alto de los cielos!”

Cuando Jesús entro en Jerusalén, la ciudad se alboroto. Preguntaban: “Quien es este?” Y la muchedumbre contestaba:
“Este es el profeta Jesús, de Nazareth de Galilea.”

(Matthew 21:1) As they approached Jerusalem and came to Bethphage on the Mount of Olives, Jesus sent two disciples, saying to them, “Go to the village ahead of you, and at once you will find a donkey tied there, with her colt by her. Untie them and bring them to me. If anyone says anything to you, tell him that the Lord needs them, and he will send them right away.”

This took place to fulfill what was spoken through the prophet:
“Say to the Daughter of Zion,
‘See, your king comes to you,
Gentle and riding on a donkey,’ (Zech,9:9)

The disciples went and did as Jesus had instructed them. They brought the donkey and the colt, placed their cloaks on it, and Jesus sat on them. A very large crowd spread their cloaks on the road, while others cut branches from the trees and spread them on the road. The crowds that went ahead of him and those that followed shouted,

“Hosanna to the Son of David!”
“Blessed is he who comes in the Name of the Lord!”
“Hosanna in the highest!”

When Jesus enter Jerusalem, the whole city was stirred and asked, “Who is this?”
The crowds answered, “This is Jesus, the
Prophet from Nazareth in Galilee.”


La Semana Santa incluye aun los días lunes, martes y miércoles de Cuaresma, llamados Lunes Santo, Martes Santo y Miércoles Santo respectivamente; y a como ya explicamos, el Jueves Santo, Viernes Santo y Sábado Santo, forman el ‘Triduum Pascual’, y el final de la Semana Santa, que preceden al Domingo de Pascua o Resurrección.

En las tardes de las misas del Triduum Pascual, se celebra lo que se llama en Latín, el ‘Tenebrae’ que significa: penumbras; antiguamente se celebraba también por las mañanas, pero últimamente se hace solamente al caer la noche del Viernes Santo; el ambiente en el templo es triste y sin muchos arreglos, en algunos templos se cubren las imágenes de los santos con mantas púrpuras o moradas, se le da a los servicios ambiente de luto; pues la Iglesia se encuentra de duelo con un gran pesar en el corazón.

“Tenebrae” is the name given to the service of Matins (mornings) and Lauds (evenings) belonging to the last three days of Holy Week. It differs, in many things, from the Office of the rest of the year. All is sad and mournful, as though it were a funeral service; nothing could more emphatically express the grief that now weighs down the heart of our holy Mother the Church.

El tono de la celebración es de tristeza; las lecturas se hacen del libro de Lamentaciones de Jeremías, se omite cantar el ‘Gloria’, ‘Te Deum’ y no se dan las bendiciones; la nota fúnebre de estas celebraciones se ha diseñado para marcar la desolación que experimenta la Iglesia.

. The tone of the whole Office is most noticeably mournful: the lessons taken from the Lamentations of Jeremiah, the omission of the Gloria Patri, of the Te Deum, and of blessings etc., so the darkness of these services seems to have been designedly chosen to mark the Church’s desolation.

The name “Tenebrae” has been given because this Office is celebrated in the hours of darkness, formerly in the evening or just after midnight, now the early morning hours. There is an impressive ceremony, peculiar to this Office, which tends to perpetuate its name. There is placed in the sanctuary, near the altar, a large triangular candlestick holding fifteen candles. At the end of each psalm or canticle, one of these fifteen candles is extinguished, but, the one which is placed at the top of the triangle is left lighted.

Si alguna vez han asistido a un servicio de ‘Tenebrae’, recordaran que se coloca un candelabro en forma triangular cerca del altar o santuario, que contiene por lo menos 15 candelas. Se apagan las luces y al terminar de leer cada una de las lecturas o salmos, se apaga una de las candelas, hasta que queda solamente la última en la parte superior del triangulo.

Después durante el canto del ‘Benedictus’, se apagan las otras seis candelas del altar, y el sacerdote o la persona que preside las lecturas lleva la candela que quedo encendida en el candelabro triangular y la pone momentáneamente en el altar mientras el coro canta la ‘antífona’ al final de las lecturas, después durante la recitación del ‘Christus’, toma la candela y la esconde detrás del altar para que no se vea desde las bancas.

En este momento la gente golpea las bancas con sus manos o con los ‘misales’, para simular el ruido de un terremoto, como cuando murió el Señor; el ruido continua hasta que la candela que había sido llevada detrás del altar es traída de nuevo al frente y se pone en alto para que ilumine la Iglesia que ha estado en tinieblas , el ruido se acaba y el servicio de ‘Tenebrae’ se concluye rindiéndole homenaje al Señor Resucitado.

. During the singing of the Benedictus (the Canticle of Zachary at the end of Lauds), six other candles on the altar are also put out. Then the master of ceremonies takes the lighted candle from the triangle and holds it upon the altar while the choir repeats the antiphon after the canticle, after which she hides it behind the altar during the recitation of the Christus antiphon and final prayer. As soon as this prayer is finished, a noise is made with the seats of the stalls in the choir, which continues until the candle is brought from behind the altar, and shows, by its light, that the Office of Tenebrae is over.

Let us now learn the meaning of these ceremonies. The glory of the Son of God was obscured and, so to say, eclipsed, by the ignominies He endured during His Passion. He, the Light of the world, powerful in word and work, Who but a few days ago was proclaimed King by the citizens of Jerusalem, is now robbed of all his honors. He is, says Isaias, the Man of sorrows, a leper (Isaias 53:3,4). He is, says the royal prophet, a worm of the earth, and no man (Psalm 21:7). He is, as He says of himself, an object of shame even to his own disciples, for they are all scandalized in him (Mark 14:27) and abandon Him; yea, even Peter protests that he never knew Him.


This desertion on the part of His apostles and disciples is expressed by the candles being extinguished, one after the other, not only on the triangle, but on the altar itself. But Jesus, our Light, though despised and hidden, is not extinguished. This is signified by the candle which is momentarily placed on the altar; it symbolizes our Redeemer suffering and dying on Calvary. In order to express His burial, the candle is hidden behind the altar; its light disappears.

Explicaremos ahora el significado de estas ceremonias. La gloria del Hijo de Dios fue opacada o mejor dicho eclipsada, por las ignominias que sufrió durante su Pasión. El, La Luz del mundo, poderoso de palabra y en obras, quien apenas un par de días antes fue proclamado Rey por la gente de Jerusalén, es ahora despojado de su honor. Isaías dice que es, el Hombre de sufrimientos y desprecio (Isaías 53:3-4). El profeta real lo describe como un gusano, y no como hombre (Salmo 21:7). El mismo se define como objeto de vergüenza para sus discípulos, por que todos ellos se afrontaron de El (Marcos 14:27) y lo abandonaron; aun Pedro dijo nunca haberlo conocido.

La deserción por parte de sus discípulos se representa extinguiendo las candelas, una por una, no solamente en el candelabro triangular sino también las candelas del altar. Pero Jesús, nuestra Luz, aunque despreciado e ignorado, no se extingue. Esto es lo que significa la candela que momentáneamente se coloca en el altar; simboliza a nuestro Redentor sufriendo y muriendo en el Calvario. Para representar su entierro, la candela después es ocultada.

A confused noise is heard in the house of God, where all is now darkness. This noise and gloom express the convulsions of nature when Jesus expired on the cross: the earth shook, the rocks were split, the dead came forth from their tombs. But the candle suddenly reappears; its light is as fair as ever. The noise is hushed, and homage is paid to the Conqueror of death.

The Lord has risen! He has risen indeed!

(Psalm 118:24) This is the day the Lord has made; let us rejoice and be glad in it!

Un gran ruido se oye en la casa de Dios, donde todo esta ahora en tinieblas. Este ruido y lúgubre ambiente expresan las convulsiones de la naturaleza cuando Jesús expiró en la cruz: la tierra tembló, las rocas se partieron, los muertos salieron de sus tumbas. Pero la candela de repente reaparece, brillando como con mas fuerza y mas bella que nunca. El ruido se acaba, y con gran alegría rendimos homenaje al Conquistador de la muerte.

El Señor ha resucitado! Verdaderamente si ha resucitado!

(Salmo 118:24) Este es el día que ha hecho el Señor: gocemos y alegrémonos en el!

Que Dios Padre, Hijo y Espiritu Santo los bendiga!
May God The Father, Son and Holy Spirit bless you all!